Mazu es la diosa del mar, venerada por los chinos en las zonas costeras del sureste, como Fujian, Taiwán, Guangdong y Zhejiang, así como en otras zonas del Sureste Asiático. Las creencias que rodean a Mazu giran entorno a la virtud, la benevolencia y el amor, y se han transmitido de generación en generación mediante sacrificios rituales, historias, canciones y danzas. Con sus 5.000 templos repartidos en más de 20 países, la diosa Mazu es todo un símbolo identitario para los chinos en todo el mundo.
La leyenda de Mazu
Cuentan que Mazu era una joven llamada Lin Mo, nacida en una familia de oficiales de la isla de Meizhou, cerca de Taiwán. En su juventud, desarrolló un gran talento para memorizar y leer. Era una joven obediente, de noble corazón y generosa. Gracias a sus conocimientos de medicina china, Lin Mo podía curar a enfermos y ense?ar a la gente cómo prevenir enfermedades.
Al haber nacido cerca de la costa, la muchacha también estaba familiarizada con la astronomía y la predicción del tiempo, por lo cual podía prevenir a los pescadores para que evitaran los desastres en alta mar y los naufragios.
Murió a los 28 a?os en la cima de una monta?a, donde se convirtió en diosa. Dice la leyenda una nube de color surgió de la monta?a y una hermosa música se oyó en el cielo, mientras Lin era llevada hacia lo alto sobre una dorada columna de luz. Desde entonces, su imagen se coloca en los barcos para tener una travesía segura.
Por su benevolencia, Mazu recibió varios títulos, como “se?ora”, “reina del cielo” o “santa madre” desde las Dinastías Song (960-1279) hasta Qing (1644-1911). Muchas historias se cuentan sobre ella:
Se dice que Mazu quiso cruzar el mar sin remos ni velas. El capitán de la embarcación no se atrevía a zarpar, así que Mazu le dijo que colgara un petate del mástil a modo de vela. Entonces, el barco pudo surcar las olas suavemente.
En otra ocasión, un navío mercante chocó con una roca, provocando que el agua entrara en los camarotes. Cuando el barco comenzó a hundirse, Mazu sacó unas hierbas y las arrojó al mar, trasformándolas milagrosamente en una balsa, que se unió al barco y lo libró de hundirse.
Otra historia cuenta que Mazu dio vida a un caballo de hierro y montó sobre el para cruzar el mar. Al llegar a tierra firme, el caballo desapareció en un instante, ante el asombro de los que fueron testigos del portento.