Pero desde el momento en que decidí que eso era lo que debía hacer, las comúnmente tediosas actividades para matar el tiempo no paran de dar vueltas en mi cabeza. En realidad, no tengo muchas opciones cuando me quedo en casa, a no ser tirarme en el sofá a dejar que el tiempo pase a través de las páginas de un libro, conectarme a Internet, o dormir todo el día.
Pero entonces me ataca la nostalgia, recordándome el estilo de vida lento en mi peque?o y menos desarrollado pueblo natal, donde las personas que tienen el lujo de gozar de mucho tiempo se reúnen para disputar juegos de mesa. Uno de ello es mi perennemente favorito mahjong.
Como un juego recreativo tradicional, el mahjong es quizás uno de los íconos culturales que más distintivamente representan a China.
Estas fichas mágicas eran las que animaban el ambiente festivo cuando regresaba a casa durante las vacaciones, y acercaba a la familia y a los amigos.
También fortalecía la amistad en la universidad cuando hablábamos entusiasmados de las fantasías que cada cual so?aba para el futuro.
Cada elemento del mahjong tiene su encanto propio.
Sigilosamente, independiente y especulativo, cada jugador mantiene las fichas cerca del pecho. Podemos emplear nuestros propios trucos y manejar nuestros intereses en privado, mientras mantenemos total control de nuestras fichas, independientemente de los temerarios movimientos de los otros.