Los espejos de bronce, al igual que los espejos de cristal modernos, fueron un artículo de uso cotidiano ampliamente utilizado en la antigüedad. Su superficie es tan pulida y lisa que es capaz de reflejar la imagen del que se pone delante, mientras que en su reverso normalmente está provisto de un asidor. Además, la decoración de estos espejos los convertía a menudo en obras de arte. La mayoría de los espejos de bronce auténticos se han extraído de tumbas antiguas, y las familias más antiguas han conservado algunos de generación en generación.
En China se empezaron a usar espejos ya en el siglo once antes de Cristo. Más tarde, durante el periodo de los Reinos Combatientes, fueron muy populares entre la población. En esta época, los espejos estaban decorados con patrones de líneas simples o dobles, además de con los tradicionales motivos de caras de animales, flores y hojas, dragones y fénix.