Ya en la antigüedad, la seda era bien conocida en Europa y buena parte de Asia. Aun así, China consiguió mantener el monopolio casi total de la producción de seda, un monopolio defendido por un decreto imperial que condenaba a muerte a todo aquél que intentara exportar gusanos de seda o capullos fuera de China.
Sólo en el a?o 300 consiguió una expedición japonesa llevarse algunos capullos de gusano, además de cuatro muchachas chinas, a las que obligaron a ense?ar a sus captores el arte de la sericultura. Así, en consecuencia, la sericultura fue introducida en Japón a gran escala, con un gran desarrollo posterior de las técnicas debido a los contactos diplomáticos frecuentes durante los siglos VIII y IX.
La seda llegó a Occidente ya en el siglo IV a.C., con mercaderes que la canjeaban por oro, marfil, caballos o piedras preciosas. La seda se convirtió en una medida monetaria para estimar el valor de los diferentes productos, un carácter que tuvo incluso a las puertas del Imperio Romano. La Grecia Helenística también apreciaba la alta calidad de los productos chinos, plantaban morales y criaban gusanos de seda en la cuenca mediterránea. La Persia de los Sasánidas controlaba el comercio de seda destinado a Europa y Bizancio.
No fue hasta el a?o 552 que el emperador bizantino Justiniano se hizo con los primeros capullos de gusano de seda. Previamente, había enviado a dos monjes nestorianos a Asia Central, quienes consiguieron sustraer dichos capullos ocultándolos en ca?as de bambú. Usando técnicas aprendidas de los sasánidas persas, los bizantinos fueron capaces de producir seda en el Imperio Romano Oriental, aunque continuaron importando tejidos desde otros lugares del Mediterráneo.
Los árabes, por su parte, con sus conquistas, expandieron la sericultura por la costa sur del Mediterráneo, incluyendo áfrica, Espa?a y Sicilia, las cuales desarrollaron una importante industria de la seda.
La interacción entre los centros de producción de Bizancio y el Mundo Musulmán, con imitaciones que se fabricaban en Andalucía y Lucca, entre otros lugares, hicieron difícil la distinción y datación de tales sedas.
Las Cruzadas, el saqueo de Constantinopla, etc., hicieron que la industria de la seda se trasladara paulatinamente a Europa Occidental, en especial Italia, desde donde se empezó a exportar a toda Europa.
Con la pérdida del monopolio de la seda, los chinos dejaron de tener un mercado para sus productos textiles básicos. Sin embargo, mantuvieron su dominio en el ámbito de los productos de seda de lujo, por lo que China continuó exportando tejidos de alta calidad a Europa y Oriente Próximo a través de la Ruta de la Seda.