La seda constituye uno de los símbolos de la antigua cultura china. Hace varios miles de a?os, el comercio alcanzó por vez primera Europa a través de la Ruta de la Seda, trayendo consigo no sólo el esplendor y las ricas decoraciones de la seda, sino también la antigua y resplandeciente cultura del Lejano Oriente.
Ya en el neolítico (12.000-2000 a.C.) los chinos habían inventado las técnicas de tejido liso o con figuras, y te?ían los tejidos usando tintes naturales de color vermellón. Con la mejora de los telares y de los métodos de impresión y te?ido, fueron desarrollándose diferentes variedades de seda, así como un sistema completo de te?ido para los textiles. China poseía las más avanzadas técnicas de te?ido e hilado de seda del mundo antiguo.
Los más antiguos restos de seda hallados hasta hoy fueron encontrados en una tumba de la cultura Liangzhu (3300-2200 a.C., aprox.). Los artículos hallados datan de hace 4.700 a?os.
La sericultura, que incluye el cultivo de las hojas de morera, la cría de gusanos y la producción de seda, ha sido una labor esencial en China durante milenios, ya que China es la cuna de esta técnica. La cría de los gusanos de seda y el hilado de la seda de los capullos fue uno de los mayores logros de China en la antigüedad con respecto al uso de fibras naturales.
Leyendas y misterios
Según la leyenda, la diosa de los gusanos de seda se apareció al Emperador Amarillo, legendario ancestro de los chinos, tras vencer a su adversario Chi You. La diosa saludó al Emperador con un hilado de fibras de seda que salía de su boca como símbolo de respeto. El Emperador Amarillo mandó que las fibras fueran tejidas para hacer ropajes, que le parecieron de una suavidad y comodidad extraordinarias.
Otra leyenda, referida por Confucio en sus escritos, cuenta que en el siglo XXVII a.C, un capullo de gusano cayó en la taza de té de la Emperatriz Lei Zu, consorte del Emperador Amarillo. Queriendo sacar el capullo del interior de la taza, la joven Emperatriz, sin pretenderlo, empezó a deshilar el capullo. Al ver el hilo que de él se extraía, Lei Zu tuvo la idea de tejerlo. Se dedicó, entonces, a observar la vida del gusano de seda e instruyó a su entorno en el arte de la cría de gusanos, a los que alimentaba con hojas de morera que ella misma recogía. Así, Lei Zu se convirtió en la diosa de los gusanos de seda en la mitología china.
Se cuenta también que, en el siglo I, una princesa fue prometida en matrimonio a un príncipe de Hotan. Por orden imperial, la exportación de sedas estaba prohibida, pero la muchacha se negaba a marcharse sin sus prendas, por lo que finalmente, rompió la prohibición imperial.
A pesar de que la seda se importaba en grandes cantidades al extranjero, la sericultura continuó siendo un secreto celosamente guardado por los chinos, alimentando entre los otros pueblos cierto misterio sobre su fabricación.
Por ejemplo, en la antigüedad clásica, los romanos eran grandes admiradores de los tejidos de seda, y estaban convencidos de que los chinos lo obtenían de las hojas de los árboles. Así lo afirma Séneca el Joven en su obra ‘Fedra’ o Virgilio en las Geórgicas. Sólo Plinio el Viejo se acercó con más acierto al misterio. Al hablar de la ‘bombyx’ u oruga de la seda, escribió en su Historia Natural que “ellas (las orugas) tejen redes, como las ara?as, que se convierten en un lujoso material textil para las mujeres, llamado seda”.